
Pintor e iluminador, retratista de renombre, Jean Fouquet es hoy reconocido como uno de los más grandes creadores de su tiempo. En la confluencia de las influencias flamencas y toscanas que dominaban la pintura europea de la época, su arte renovó profundamente la pintura francesa del siglo XV.
Se sabe poco sobre la biografía y la carrera de Jean Fouquet, que se cree que nació hacia 1420 y murió antes de 1480. Sus primeros años y el entorno artístico en el que se formó son objeto de debate. Es posible que haya empezado en los talleres parisinos. Al menos sabemos que hizo un viaje a Italia. Esta estancia aparentemente prolongada en la península le puso en contacto con los artistas más innovadores de la Florencia de los Médicis y tuvo un profundo efecto en su estilo pictórico, en el que el realismo flamenco y la racionalidad latina se fundían en una síntesis armoniosa. De regreso a Francia hacia 1450, se instaló en Tours, poniendo su experiencia como director al servicio de la ciudad y trabajando para el alto clero local así como para los más eminentes representantes del estado monárquico. Su relación con Carlos VII fue menos clara y sólo más tarde, en 1475, bajo Luis XI, se convirtió en el pintor del rey. Celebrado en vida (algunos escritores, entre ellos el retórico Jean Lemaire de Belges, lo mencionan todavía con elogios en los primeros años del siglo XVI), Fouquet sufrió luego un largo eclipse hasta su rehabilitación en el siglo XIX con el renovado interés de los románticos por el arte de la Edad Media. La importancia de su obra como pintor e iluminador fue entonces redescubierta en Francia y Alemania. La exposición "Primitivos f
ranceses" celebrada en París en 1904 confirmó este reconocimiento.

Un artista versátil e inventivo
El "buen pintor del rey Luis XI, Jehan Fouquet, natural de Tours", fue un artista polifacético y experimental que dominaba un amplio abanico de técnicas: pintor e ilustrador de manuscritos principalmente, practicó el esmalte pintado, que aprendió en Italia, las vidrieras y probablemente la tapicería. Experto en heráldica, también fue director y organizador de espectáculos relacionados con las entradas reales. Fouquet, muy apreciado en los círculos de la corte, realizó admirables retratos de Carlos VII, del tesorero francés Étienne Chevalier y del canciller Guillaume Jouvenel des Ursins. Excepcional para su época, el autorretrato de esmalte en oro monocromo conservado en el Louvre revela una conciencia ya humanista.

Arraigado en la tradición monumental francesa, pero atento a las innovaciones pictóricas que surgían en Flandes e Italia en la época de su formación (una prolongada estancia en la península contribuyó a ampliar su visión como pintor nórdico), también reveló un marcado gusto por las formas puras y los problemas de perspectiva como los de Uccello y Piero della Francesca. Sabía manejar el "arte de la geometría" y ponerlo al servicio de ingeniosas disposiciones espaciales. Aunque Fouquet conocía la perspectiva geométrica definida por Alberti, debe a los grandes precursores flamencos, encabezados por Jan Van Eyck, su asombroso dominio de la perspectiva aérea, los efectos atmosféricos, los reflejos y la diversidad de materiales. Fouquet es hoy una de las principales figuras de la pintura europea de su tiempo.
Source : Exposition BNF
Photo : Rebecca Loulou
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